
Quique Gonzalez
Redactor: Jon Bilbao
Fotos: Marta Bravo
El lleno parecía que iba a estar asegurado en un bolo como éste; nuevo y flamante disco de un
cantautor que ya ha demostrado con creces su valía a través de sus composiciones. Y es que la sala
estaba a rebosar, es más, nunca antes había visto el Kafe Antzokia con tanta peña que con Quique
Gonzalez. Nos costó llegar a un lado del escenario pero lo conseguimos no sin las típicas malas
caras de turno.
Llegamos con unos minutos de retraso pero parece ser que no nos perdimos tanto; o eso quiero
creer. Soltó bastantes temas de su reciente trabajo, Daiquiri Blues, así como algunos de sus
clásicos. Pequeño rock n roll o la brillante Salitre, por poner dos ejemplos notables, fueron
enlazadas con temas recientes como Un arma precisa, La luna debajo del brazo o Nadie podrá con
nosotros.
La banda que le acompañaba estuvo sublime con una base rítmica entregada y eficaz, un organista
que proporcionaba diferentes texturas y sonidos y el guitarrísta, en ocasiones con slide pero perfecto
en cada tema. Con esos escuderos y las balas (ya sabéis, sus canciones) fue desgranando Quique
Gonzalez un repertorio que sus fans conocían “de pe a pa”, incluso las de su último álbum
publicado hace pocos meses.
Ya conocíamos su faceta pop y su faceta rock, en ocasiones con matices del blues o country, pero
ahora hasta le da al jazz cabaretero en un tema que se me vuelve imprescindible en el universo del
tipo; hablo de Riesgo y altura, que también sonó este día, 27 de diciembre, para sorpresa y deleite de
un servidor.
Hacia el final salió el batería de La aristocracia del barrio (grupo que antes acompañaba a
Quique), para tocar dos temas que a nadie dejaron indiferente. Luego se marcharon y volvieron para
dos bises, con varias canciones en cada uno. Noche única y tremendamente especial.